La alergia al polen se puede quitar

Sin medicinas y en poco tiempo

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Técnicamente hablando, la alergia es una reacción o respuesta inmunitaria a sustancias que en teoría no son dañinas. Hablando claro, la alergia es una reacción fuerte de nuestro cuerpo ante el efecto de determinadas substancias mas o menos irritantes. Esta reacción suele producirse tanto por la acción de estas substancias sobre el organismo como por una predisposición natural de algunos sistemas inmunológicos de determinadas personas. No por su carácter dañino natural. En pequeñas cantidades y/o bajo escasa exposición, esas substancias no afectan a muchas personas y a otras no les afectan mas que levemente. Un estornudo o un ligero enrojecimiento de los ojos son los primeros síntomas. Una clara descripción de este problema puede verse en este enlace de MedlinePlus:

https://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/000812.htm

Como habréis podido ver si habéis ojeado la pagina de MedLinePlus, existen muchos tipos de alergia, todos ellos ocasionados por la exposición continuada o repetida de diferentes partes de nuestro cuerpo a substancias que, en principio, no tendrían por qué ocasionarnos dichos problemas. De todos esos tipos, en esta entrada del blog voy a centrarme en una de las alergias más comunes que, sin embargo, no ha encontrado tratamiento más allá de medicamentos antihistamínicos que no son muy bien tolerados por nuestro hígado en el largo plazo.

Como bien sabe el que la sufre, la alergia puede llegar a ser incapacitante. La sequedad y/o picazón inicial de los ojos y /o las mucosas nasales se convierte, en poco tiempo, en un lloriqueo constante mezclado con estornudos. A esto suele seguirle un proceso irritativo mayor de nuestros ojos y mucosas que se extiende a nuestra garganta por la irritación del mismo polen y los líquidos producidos en nuestros ojos y mucosas afectados. Y esto no es sino la puerta de entrada a catarros bacterianos o a un proceso asmático aún peor. Bajo los efectos de este tipo de alergia, efectos que van aumentando con el tiempo si no se hace nada para remediarlo, es cada vez más difícil realizar las tareas cotidianas. Muchas personas recurren entonces a los médicos para que les receten unos antihistamínicos que pueden quitar algunos síntomas, a pesar de las contraindicaciones que muchos tienen, pero que no van a la raíz del problema.

Lo peor de este problema característico de las sociedades modernas es que va en aumento y, paradójicamente, son los habitantes de las ciudades y zonas más urbanizadas los mayores afectados. Digo paradójicamente porque estas personas deberían ser las menos afectadas por alergias al polen al ser las que menos en contacto se supone que están con la vegetación que produce el polen que genera dichas alergias. Me refiero al polen que crean las plantas de la familia de las gramíneas y el olivo cuyo cultivo es extensivo en amplias zonas rurales de nuestro país.

Hay estudios que relacionan esta mayor incidencia con la existencia de otros contaminantes en el ambiente producidos por los vehículos a motor y las calefacciones y las centrales generadoras de energía. Otros hablan de la incidencia de los cambios en la alimentación sobre la hipersensibilización de nuestro organismo.

Los culpables

Todo es posible, aunque yo creo que hay otro factor mucho más importante y más obvio, aunque parece ser que aún desconocido para los médicos y especialistas que tratan este problema. Y este no es otro que la aparición en escena de una nueva planta, muy fácil de encontrar actualmente en muchas zonas urbanizadas, cuyo polen es muy omnipresente e irritante, y la extensión en el uso de otra cuyo polen genera una gran irritación en nuestros ojos y mucosas nada más acercarnos a sus flores.

Veamos. Empezaré por esta segunda planta al ser la que primero me hizo sentir el efecto de su polen. Estoy hablando del aligustre en sus diferentes variedades.


Primero, esta es una planta de la familia del olivo, con todo lo que en España ya sabemos de la alergia que genera el polen del olivo. Mientras que en Nueva Zelanda está prohibida la venta o el cultivo de plantas de este género Ligustrum debido a los efectos de su polen en los asmáticos, ya que se ha demostrado que es un desencadenante de ataques de asma y eccemas en personas sensibles, en nuestro país se sigue usando como planta de seto al tener hoja perenne, y en Madrid nuestro Ayuntamiento usa estas plantas para dar sombra en algunas calles y, de paso, sembrar nuestra ciudad de árboles cuya flor de temporada produce un polen que a buen seguro ha de crear multitud de nuevos alérgicos.

Mientras que en Nueva Zelanda se puede contactar con las autoridades locales para eliminar algún ejemplar si se encuentra, en España el Ayuntamiento de nuestra capital se dedica a llenar calles enteras de esta planta.

Aún recuerdo bien los primeros síntomas de la alergia al polen de esta planta. Yo nunca había sido alérgico a ningún polen o alimento hasta que un año cambié de vivienda y cerca de la ventana de mi habitación floreció un seto de aligustre. La primera vez que sentí los efectos de su polen no lo asocié a su floración. De hecho, su flor no huele mucho ni tampoco puede decirse que huela bien.

Una mañana al despertar empecé a notar una sequedad en mis ojos que, con el transcurso del día, se volvió más intensa. Empezaron entonces a llorarme y yo pensé que alguna bacteria estaba haciendo de las suyas. Los estornudos y el picor de garganta se unieron a las molestias. El lagrimeo fue en aumento y yo me convencí a mi mismo que estaba sufriendo un episodio catarral. Pasaron bastantes días y un buen día esos síntomas desaparecieron. Pensé que había pasado un catarro bastante largo y en mi memoria sólo perduró el molesto y particular comienzo del particular proceso de sequedad de ojos y lagrimeos intensos así como el picazón posterior.

No fue hasta el año siguiente en que comprendí el origen y descubrí la solución al problema. Sucedió que estando yo un día cerca del seto en cuestión observé como empezaba a florecer el primero de los ramilletes de flores que lo adornaban y me acerqué a olerlo por curiosidad. Esperando percibir su aroma me encontré con una bofetada de realidad. Inmediatamente comencé a sentir la sequedad de ojos y el deseo de lagrimear que el año anterior había dado comienzo a aquello que yo recordaba como un terrible y muy prolongado catarro. Entonces caí en la cuenta. Todo había sido un proceso alérgico.

Después de comentarlo con mis vecinos, los cuales llevaban años sufriendo las alergias sin descubrir su origen, decidí actuar. Me puse manos a la obra. Agarré unas tijeras y corté todos los ramilletes de bulbos florales del seto ya abiertos o que estaban a punto de abrirse. Por suerte no era un seto muy regado y eso implicaba que el número de bulbos no era muy elevado. Y así continué, día tras día y hasta que acabó la temporada de floración del aligustre, sin sufrir aquella alergia tan molesta del año anterior. 

Tras el éxito cosechado, repetí el procedimiento año tras año hasta dejar de residir en dicho domicilio.

A partir de entonces, al pasar cerca de un seto de aligustre en flor, intento aguantar la respiración y cerrar el máximo posible mis ojos. El recuerdo imborrable de aquel proceso alérgico tan prolongado me ha ayudado a no sufrir más por la floración de este tipo de planta y a estar atento a cualquier otro tipo de polen que pudiera afectarme.

Se puede uno imaginar cual fue mi sorpresa cuando hace poco tuve que pasar por las calles Maiquez y Dr. Castelo de Madrid, de camino al Hospital Gregorio Marañón (!!!) para visitar a un paciente, y me encontré con que ambas calles están sembradas de aligustre utilizado como árbol de sombra!!!!. Y, horror, esta vez bien regado. En pleno mes de julio, estos «árboles» estaban completamente recubiertos de la flor de este seto. Nada más aparcar y salir de mi vehículo noté esa terrible sensación de sequedad en mis ojos y mucosas.

Foto de la Calle Dr. Castelo con aligustres de sombra en flor


Bajé la mirada, cerré todo lo que pude mis ojos y contuve la respiración al máximo hasta entrar en el Hospital. Allí tuve la ocasión de hablar con una enfermera del tema y ella me comentó que llevaba tiempo sufriendo una fuerte alergia pero que no sabía a que atribuírselo. En casa del herrero cuchillo de palo.

A la salida tuve que recurrir al mismo proceso: Ojos casi cerrados, mirando hacia abajo y aguantar la respiración. Y, al volver a casa, limpieza de emergencia por polen!!. Todo como se explica más adelante. Espero no tener que volver pronto por allí.

El uso de esta planta por parte algunos ayuntamientos, como el de Madrid, da idea de la falta de criterio, y/o de un análisis en profundidad, al elegir plantas de sombra para nuestras calles.

La otra planta que quiero mencionar como gran causante de muchas de las alergias que nos afectan en la actualidad es un árbol traído de América del Norte llamado Cupressus arizonica o, simplemente, arizonica. Vamos, el árbol que se utiliza para crear el famoso seto gris. Desde hace más de cuarenta años este árbol se viene extendiendo por toda Europa y principalmente por la península ibérica, dadas su hoja perenne, su resistencia a la falta de riego, su versatilidad, su altura y su frondosidad. Ha ido sustituyendo así a casi todas las otras plantas en los setos altos de nuestro país y eso ha provocado su enorme extensión.

Seto de arizonica

Este árbol, bien podado, crea frondosos setos de un característico color grisáceo y una tupida masa vegetal que no deja ver a su través. Todo perfecto si no fuera porque muchos de estos setos no están bien podados y ello deja florecer a estos árboles; o simplemente estos árboles se plantan para rellenar espacios con plantas resistentes, como La Pedriza en la Comunidad de Madrid; o no son podados en absoluto, y crecen y florecen a su antojo creando así una pesadilla para los alérgicos que puedan residir en su cercanía.

Veamos. Mi experiencia con esta especie vegetal comienza con el cambio de vivienda que me liberó de tener que podar todos los años los bulbos florales de aquel seto de aligustre ya comentado. En mi nuevo domicilio me preocupé de comprobar que no tuviera aligustre plantado en sus proximidades. Parecía que en este aspecto todo iba a ir bien. Claro que entonces yo no conocía las características ni los efectos del polen de esta otra especie de planta que ahora voy a explicar.

Resulta que cerca del balcón de mi nuevo domicilio, más concretamente a escasos tres metros debajo de él, estaba emergiendo un seto de arizonica plantado hace no mucho en una zona de nadie entre el edificio en que resido y el edificio colindante. Zona de nadie porque no pertenece a nuestra comunidad ni a la del otro edificio y zona de difícil acceso por ser un estrecho pasadizo cerrado con una puerta. Por ello, al estar plantado en esa zona que nadie parece cuidar, con el paso de los años esa hilera de árboles de arizonica tan resistente ha crecido de forma salvaje, sin poda alguna, hasta alcanzar entre seis y nueve metros de altura en muchas de sus unidades.

Así, un buen día empecé a notar el efecto del polen de dicho seto. No era tanto sequedad como un leve picor en los ojos y en la garganta. Estornudos de vez en cuando. Nada muy importante. Como el problema era atemporal y no coincidía con ninguna estación propicia a la floración de los árboles o plantas, pensé que podía ser algo de polvo. Pero el tiempo fué pasando y las molestias no remitían sino que iban a peor. Empecé a lavarme los ojos con cierta frecuencia y ello mejoró mi situación sin aliviarla del todo.

Curioso por naturaleza, comencé a interesarme por todo aquello que me rodeaba y que pudiera ocasionar ese problema. Fue entonces cuando me fijé en el seto de arizonica y comprobé que cuando peor estaba era cuando uno de los árboles del mismo se ponía mas amarillento. Recurrí a internet y descubrí que ese color era resultado de su particular proceso de floración y emisión de polen. Y me di cuenta que cada mes florecían uno o dos de los árboles del seto!!!!!!. Durante todo el año. Alucinante!!!

Flor de arizonica


Cada mes, uno o dos de los árboles del seto florecían y soltaban ingentes cantidades de un polvo amarillo al aire que estaba debajo, o ya casi a la altura, de mi domicilio. Claro, por eso tanta suciedad en forma de polvo se acumulaba en los muebles. Y por eso no paraba de tener picor de ojos y mucosas, además de estornudos, durante prácticamente todo el año.

Una vez descubierto el origen del problema, había que buscar una solución. El principal impedimento es que ese seto no estaba a mi alcance. Dos razones: una, porque los arboles estaban en una tierra de nadie a la que no tenía acceso y dos, porque su tamaño era ya tan grande que me hubiera sido imposible proceder a su podado por mi cuenta. Intenté contactar con el Ayuntamiento a través del Administrador de nuestra comunidad para que podaran o quitaran el seto. Gestión infructuosa. Buenas palabras pero el tiempo pasó sin noticias suyas.

Ante la falta de un remedio expeditivo a mi alcance como el podado o la erradicación de dicho seto, y dado que mi problema alérgico iba claramente a peor, empecé a buscar una solución alternativa. Algo que no dependiera de los demás. Los últimos dos años había padecido no sólo los efectos crecientes del mencionado polen en mis ojos y mucosas, sino que, creo que derivado de la situación de irritabilidad de mis mucosas, había sufrido más catarros por año que en toda mi vida. Algo inaudito e mí, un deportista habitual.

Cinco o seis largos catarros anuales que me hicieron sufrir no sólo la enfermedad en sí, sino también las complicaciones del cambio en la legislación laboral que te hacían perder casi un treinta por ciento de tu sueldo cuando faltabas a tu trabajo por enfermedad.

Y es que, cuando la mucosa nasal se irrita por el polen, las paredes de la cavidad nasal se inflaman e impiden que el aire entre fácilmente por la nariz. Estando despiertos tendemos entonces a abrir la boca para respirar. Y algo similar se produce de noche. No sólo aumentan los ronquidos, sino que respirar por la boca de noche es una puerta abierta a la entrada de las bacterias y virus que atacan nuestro organismo.

La solución

La solución la encontré, como siempre, pensando y actuando después. Si la alergia al polen, y como consecuencia todos esos catarros, se había producido por la agresión continuada y acumulada de un polen microscópico irritante a mis ojos y mucosas, tenía que encontrar la forma de mantener unos y otras lo más limpios posible la mayor parte del tiempo.

Empecé por lavarme los ojos lo más frecuentemente posible. Sobre todo al principio varias veces al día. Agua del grifo sin más. En Madrid el agua del grifo se puede beber y está muy limpia. Cogía el agua con las dos manos en forma de cuenco y, manteniendo mis ojos abiertos, lo echaba sobre mis ojos esperando unos segundos, también con los ojos abiertos, para que los párpados irritados no eliminarán el efecto limpiador del agua. Los ojos picaban un poco por el cloro del agua pero en seguida se recuperaban.

Esta técnica básica la refiné enseguida con el uso de algún gel o jabón suave (el champú no irritante a los ojos es una buena opción) para limpiar mis pestañas antes de proceder al lavado de los ojos con agua. La idea es coger un poco del gel o jabón y, con mucha suavidad, utilizar alguno de los dedos de la mano para extenderlo por la comisura de los ojos cuidando que no se abran y se cuele algo de dicho gel dentro de los ojos. En ese caso habría que lavar inmediatamente el/los ojos afectados con abundante agua.

A continuación, y manteniendo los ojos cerrados, se coge agua con la manos y se echa sobre los ojos hasta que estos quedan limpios de jabón. Normalmente con dos o tres enjuagues vale. Entonces se abren y se echa agua sobre los ojos abiertos otras tres veces más. Al final conviene mantener unos segundos los ojos abiertos sin quitar el agua que ha entrado para que los párpados no retiren el agua limpiadora. Los ojos pueden picar entonces un poco por el cloro, pero en cuanto se cierren los ojos de nuevo, este picor desaparecerá rápidamente.

Aunque la limpieza ocular de la noche la hago delante del lavabo, la de la mañana la hago debajo de la ducha. La única diferencia es que debajo de la ducha no tengo que utilizar mis manos para llevar el agua hasta mis ojos. Con abrirlos y dejar que el agua entre en ellos me basta.

Conozco personas que la limpieza ocular la hacen con una gotas llamadas «solución fisiológica» (marca CINFA o cualquier otra) con bastante efectividad. Claro que hacerlo dos veces al día con esa «solución fisiológica» cuesta más dinero que hacerlo con agua del grifo, y esta segunda solución funciona en Madrid bastante bien.

Con la limpieza de los ojos mejoré bastante, aunque pronto me di cuenta que esa limpieza no era suficiente. Limpiaba mis ojos pero no mis mucosas. Y el polen no sólo afectaba mis ojos, sino también mis fosas nasales que, con la respiración continuada de cierta cantidad no menor de polen, se habían irritado e inflamado hasta dificultar la respiración nasal y molestar bastante mi vida diaria.

Recordé entonces un remedio que se usaba hace cierto tiempo para limpiar las fosas nasales. Me refiero a una especie de lámpara de aceite modificada de cristal. Esta se llenaba de agua con sal que se vertía por uno de los orificios de la nariz, mientras se mantenía la cabeza horizontal e inclinada a un lado sobre un lavabo, para que saliera por el otro. Me acerqué a la farmacia y pregunté si tenían algo parecido.

En un principio pensé que me recomendarían usar Rhinomer para adultos, un expelente de agua salada que ya había comprado antes -en su versión infantil- en la farmacia y utilizado para limpiar la naricita de mis bebes cuando estaban acatarrados, pero no me hacían mucha gracia las cosquillas que ese producto genera al entrar en la nariz y la falta de control sobre la presión utilizada.

La respuesta del farmacéutico fue, sin embargo, RhinoDouche. Todo un descubrimiento!!!! Una botella de plástico flexible con un orificio adaptado al agujero de la nariz.

Botella de plástico flexible RhinoDouche


La botella venía con unos sobrecitos de sal (Sinusal XL) para diluir en el agua con que hay que llenar la botella. Sobrecitos que se pueden comprar por separado en cajas de 40 sobres. O, mejor aún, tal y como un poco más tarde descubrí, sustituirlos por sal marina de cualquier supermercado. Mientras que 40 sobres de 5 gramos -200 gramos en total- valen unos 14 euros en la farmacia, 1 kilo de sal marina vale menos de un euro en el supermercado.

La idea es llenar la botella de agua limpia templada -repito que el agua de Madrid se puede utilizar tal cual pero que en muchos otros sitios será necesario hervir el agua o utilizar agua mineral-, y diluir el sobrecito de sal, o una cucharadita de café bien colmada de sal marina, en ella. La mejor forma de hacerlo es echar la sal en la botella, llenarla un poco de agua -hasta la cuarta parte-, taparla y agitarla para diluir bien la sal. A continuación volvemos a abrirla y la rellenamos hasta arriba de agua templada.

Una vez preparada, inclinamos la cabeza sobre el lavabo, abrimos la boca para respirar por ella y cubrimos uno de los agujeros de nuestra nariz con la terminación azul que corona el tubo de salida del agua de la botella. Ahora hay que ir apretando poco a poco la parte central de la botella hasta que el agua entra por uno de los orificios de nuestra nariz y sale por el otro sobre el lavabo. La presión depende de nuestro aguante. Es fundamental que no nos duelan los oídos, pues estos están conectados por un conducto interior con nuestras fosas nasales. Los niños tienen los tímpanos mas sensibles. Hay que ir tanteando la presión a realizar hasta lograr que el agua circule sin sufrir dolor en los tímpanos. La presión se puede hacer con una o con las dos manos.

La técnica la he ido depurando a lo largo de los años. Ahora, con una sola botella, suelo introducir agua dos veces por cada fosa nasal. Es decir, pongo la botella en una y aprieto la parte central de la botella para impulsar el agua hasta que casi se tocan los dedos. La pongo entonces en el otro orificio, repitiendo el procedimiento de irrigación y limpieza. Vuelvo a cambiarla de lado y luego otra vez.

Aunque no es necesario, la versión mas depurada de esta técnica incluye inspirar ligeramente, al final de cada proceso en cada fosa nasal pero antes de que salga todo el agua, para que el agua salada baje por el interior de las fosas nasales y salga por la boca. Hay que practicar un poco pero la limpieza así es completamente efectiva.

Al acabar hay que esperar un poco para que salga toda el agua que ha entrado mientras se sopla por la nariz y sonarse con un poco de papel para terminar de eliminar el agua que entró.

Al principio, al tener que luchar contra la alergia tan fuerte al polen de Arizonica, estuve haciendo esta limpieza dos veces al día durante casi una semana. La sensación de limpieza que se consigue tras hacerlo es única. La posibilidad de respirar de nuevo sin obstáculos tras mucho tiempo de hacerlo con molestias es algo nuevo.

También lo hice dos veces casi seguidas cuando hace poco volví del Hospital Gregorio Marañón y sufrí los efectos terribles del polen de aligustre. Y también durante el tiempo que dura cualquier proceso catarral o gripal que produce mucosidad y congestiona mi nariz. Este lavado limpia mis fosas nasales de todo el moco que se produce y me permite volver a respirar por la nariz incluso estando aún sufriendo el proceso en cuestión. Este moco no sale al sonarse con un pañuelo pues con el aire no se humedece lo suficiente como para desprenderse de su ubicación.

El lavado de agua con sal marina es magnífico. Hay veces que, estando con mucha mucosidad, lo he llegado a hacer cuatro veces al día. Los catarros se evitan y cuando llegan duran menos. Es como cuando uno tiene una herida que supura pus y la limpiamos con la técnica adecuada.

La tercera técnica que hay que utilizar para eliminar las alergias al polen, una vez limpios los ojos y limpias las fosas nasales, es realizar gárgaras durante el enjuagado de la boca tras el lavado de los dientes. Hace años ya, y después de haber sufrido bastante con la boca, aprendí que la mejor manera de mantener las caries alejadas de mi boca era lavarme los dientes tres veces al día, una vez después de cada comida.

Cuando me propuse encontrar un remedio para mis problemas de alergia al polen, me di cuenta que no era suficiente lavarme los ojos y las fosas nasales, pues el polen que, si o si, entraba en mi sistema respiratorio, al vivir cerca de un seto de arizonica, irritaba también mi garganta y ahí generaba molestias y moco que luego bajaba a mis pulmones causando otro tipo de irritaciones y enfermedades. Por eso empecé a probar con las gárgaras. Y la técnica funcionó. Al poco de empezar a hacer gárgaras noté como la irritación de mi garganta desaparecía y con ella los últimos síntomas de mi alergia al polen.

La idea es hacer las gárgaras al enjuagar la boca. Primero con algo de pasta de dientes aún en ella. Y luego realizar otras gárgaras sólo con agua. Es decir, para limpiar los dientes después de su lavado, cogemos un poco de agua que mantenemos en nuestra boca y, después de hacer unos enjuagues con la boca cerrada, levantamos la cabeza hacia arriba y, con la boca abierta, hacemos salir el aire de nuestros pulmones por la boca con una cadencia no muy rápida pero tampoco muy lenta. Mientras lo hacemos ponemos una mano ligeramente por encima, sin tapar la boca, para evitar manchar con los restos de las pompas que se producen todo lo que nos rodea. Vaciamos entonces el contenido de la boca en el lavabo y cogemos de nuevo algo de agua para el segundo enjuague.

El tiempo que hacemos las gárgaras depende de nuestros pulmones. Yo hago dos expiraciones completas por la boca con la pasta de dientes -cogiendo entremedias el aire por mi nariz- y una sola más corta con agua sola. Intento no hacer mucho ruido para no molestar a los demás.

Conclusión

Ahora ya no sufro de alergia al polen, o al menos no sufro sus efectos. Llevo años practicando esta técnica triple:

  • Me lavo los ojos con agua del grifo por la mañana y por la noche antes de ir a dormir.
  • Hago gárgaras tres veces al día tras lavarme los dientes y
  • Me lavo las fosas nasales con la botella de RhinoDouche rellena de agua templada y sal marina cada noche.

Es como lavarse las manos. Una cuestión de higiene diaria.

Para terminar, quiero dejar constancia cómo, hace unas semanas, me quité en un día un molesto catarro bacteriano. Una mañana, al despertar, me di cuenta cómo mis ojos empezaban a llorar por culpa de una irritación de origen desconocido al mismo tiempo que sentía una sequedad irritante junto con una especie de pinchazo doloroso en la garganta. Enseguida lo asocié a los principios de un catarro bacteriano y empecé el contraataque. Ese día me pude lavar los ojos de la manera que describo en esta entrada unas ocho o nueve veces e hice gárgaras unas cinco. Esa noche estaba ya mucho mejor y al día siguiente no tenía ya infección. No había dado opción a que la infección bacteriana bajara a mis pulmones o a que se adentrara en mi organismo. Yo lo imaginé como un proceso infeccioso en una herida abierta. La higiene es fundamental en ambos casos. Y la higiene triunfó en mi caso.

Autor: Rafael Hernández Núñez